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Villa del Rosario, Norte de Santander, Colombia
Presidente Asociación Centro de Historia e Investigación de la Villa del Rosario. Autor de la Ruta Turística Viajando por la Capital de la Gran Colombia en rescate de nuestra identidad. Coautor del libro Viajando por la Capital de la Gran Colombia a través de la recreación en el medio natural

jueves, 9 de agosto de 2012

FUNDACIÓN DE VILLA DEL ROSARIO


FUNDACIÓN DE VILLA DEL ROSARIO

Con el propósito de establecer la fecha real de fundación del municipio de Villa del Rosario, que erróneamente se viene considerando ocurrida el 5 de Agosto de 1761, consideramos  necesario aclarar que esta fecha ilegitima carece de toda certeza documental y obedece a un criterio simplista y a un afán caprichoso sin tener en cuenta a nuestros ancestros e historiadores en torno a un hecho de tanta connotación para los rosarienses.

Al respecto debemos aclarar a sus más empecinados defensores que por no existir la escritura pública de donación de estos terrenos malograda tal vez después del terremoto del 18 de Mayo de 1875, dar el pupitrazo a este desacierto sobre la fecha de fundación del municipio,  es considerada como una falta de respeto a los hijos de esta tierra del General Santander.

La historia en su concepción más general es el estudio de los hechos históricos ordenados cronológicamente y verificables según los métodos de la crítica histórica.  De tal manera que  no podemos solventar tan livianamente de un plumazo un episodio tan importante como el origen de esta población “Tierra del Hombre de las Leyes, Capital de la Grancolombia y Campanario de la Libertad”, en contravía con la metodología que impone la disciplina investigativa de los hechos por el deseo de cerrar  afanosamente un capítulo de la historia, sin tener  en cuenta la tradición oral  y escrita de nuestros antepasados e historiadores como es el caso de Luís Gabriel Castro  autor del libro “La Capital de la Grancolombia” y Luis Fernando Fonseca Castillo.

El 5 de Agosto corresponde si a la fecha de instauración de la Capilla Santa Ana en viceparroquia,  que fue la primera iglesia levantada en la población en tapia y teja hacia 1738 y donde fue bautizado el Hombre de las Leyes el 13 de Abril de 1792, dependiente de la parroquia de San José de Guasimal (Cúcuta) y circunscrita a la jurisdicción de Pamplona desde 1735. Cuando aquel conglomerado que se llamó originalmente La Fundación, tomó  el nombre de El Rosario en advocación de la madre de Dios a raíz de esta distinción religiosa con la que quedaban instituidas las labores de pastoral y administración de los sacramentos.  
De modo que tomar como fecha de fundación la actual, es tanto como si aceptáramos la fe de bautismo de cualquiera de nosotros como fecha válida en remplazo de nuestro registro civil de nacimiento.
La fundación de las ciudades, según el Jure Patronatus heredado por los españoles de los romanos, establecía  que el acto de fundar se configuraba con la entrega del terreno mediante escritura pública, tal como lo hiciera por ejemplo doña Juana Rangel de Cuellar ante el alcalde ordinario Juan Antonio Villamizar para la fundación de Cúcuta.
En el caso de nuestra población, la imposibilidad de localizar este documento público hasta hoy, es lo que ha dificultado fijar una fecha, pero su existencia y el nombre de sus fundadores Doña Ascencia Rodríguez de Morales acaudalada matrona que heredó de su esposo Don Juan de Morales y Don José Díaz de Astudillo gobernador y cabo de guerra de la ciudad de San Faustino de los Ríos, se ha podido determinar por la carta de solicitud de instauración de la parroquia que reposa en el Archivo de la Diócesis de Cúcuta bajo el título de “Autos sobre erección de Parroquia de Nuestra Señora del Rosario de Cúcuta, desmembrada de la de San José”. (Folio 103).

Por consiguiente,  no debemos confundir el aspecto civil de la fundación de nuestra población que se perfecciona con la expedición de la escritura pública cuyo hallazgo infructuoso lo reseña  muy bien nuestro historiador Luis Gabriel Castro Maldonado en su obra “La Capital de la Grancolombia”, con su institución eclesiástica en viceparroquia el 5 de Agosto de 1761 por resolución de la Iglesia Metropolitana del Nuevo Reino de Granada, porque son dos instancias muy diferentes en el origen y desarrollo de un pueblo.
Cabe también  señalar lo expuesto por nuestro historiador en la mencionada obra cuando expresa  lo siguiente: “Y la capilla Santa Ana, que fue la primera que en la población se levantó en tapia y teja, su construcción se debió empezar hacia el año de 1738, según se desprende de la palabra del presbítero doctor Don Esteban Gutiérrez, cura de San José, en documento del 6 de Octubre de 1772, en el que para atacar la nueva erección dice: por no estar concluida la iglesia principal, faltarle el necesario ornato y estar las tres cofradías muy atrasadas, descaecidas y con muy poco culto al cabo de treinta y cuatro años de fundación según se acredita de la información que dejo presentada de nueve testigos de lo principal de la viceparroquia y de los que tienen mayores fondos allí, como se ve de la certificación del juez ante  quien se  practicó”.

Este hecho ratifica que si se construye una capilla hacia 1738 es porque ya existía un asentamiento humano  anterior a esta fecha constituido por los aborígenes pobladores y los primeros expedicionarios españoles que pisaron estas comarcas.
En consecuencia debemos desconocer en lo sucesivo esta fecha incierta para honrar la tradición oral y escrita de nuestros historiadores y cronistas  que también es sustentada en varias publicaciones regionales y nacionales.

Es por esto que lo escrito por nuestro cronista Luis Fernando Fonseca Castillo, lo cual es producto de la tradición oral a lo largo de su árbol genealógico, como puede apreciarse en el siguiente gráfico:
                                                        JULIAN CASTILLO
Madrid 1750
(Tatarabuelo)

SANTOS CASTILLO
Madrid 1780
(Bisabuelo)

JUAN DE LA CRUZ CASTILLO
Santa Rosa de Viterbo
1843
(Abuelo)

ANA ROSA CASTILLO
Rubio (Venezuela)
(Madre)

FERNANDO FONSECA CASTILLO
Villa del Rosario
1925





Según él, el 24 de Marzo de 1734 tuvo lugar este importante acontecimiento de fundación de nuestra población. Para ello se remonta a su árbol genealógico desde su tatarabuelo Julián Castillo, español, nacido en Madrid en el año 1750, quien en las tertulias familiares relataba la llegada de los primeros colonos españoles a Villa del Rosario. De acuerdo a su descripción estos colonos y un misionero llegaron a Cúcuta el 19 de Marzo, día de San José buscando el oriente tropezándose en su aventura con un río semicaudaloso; ante este obstáculo determinaron tomar la ruta del sur y fueron encontrando chozas diseminadas a lo largo del camino. En Villa Antigua, en el sitio donde está el Templo Histórico, hallaron un conjunto de viviendas de los indios Táchira, a lado y lado del río. Siguieron entonces hacia el sur revelándoseles las mismas construcciones de  cobertizos a considerable distancia unas de otras. Regresaron el 23 de Marzo y el 24, determinaron asentarse en el sitio que se conoció después como La Fundación disponiendo el terreno para construir las primeras enramadas del nuevo pueblo. Su bisabuelo Santos Castillo nacido en Madrid en 1780 y llegado a la Nueva Granada 30 años después, le transmitió estos mismos antecedentes históricos a su abuelo Juan de la Cruz Castillo Rojas y este a su vez a Ana Rosa, madre de Fernando. Entre los primeros colonos de aquella expedición vinieron familias de apellidos Rodríguez, Caviedes, Astidias, García, Aragón, Díaz, Rojas, Avendaño, Reyes, Contreras, Tamayo, Gelves, Omaña, Santander, entre otras.

Su bisabuelo Santos Castillo durante los episodios de la Guerra de Independencia, según nuestro cronista Fernando Fonseca, peleó al lado del General Bolívar en las batallas del Pantano de Vargas y del Puente de Boyacá.  Su tatarabuelo, Julián Castillo, que servía en  las tropas de la corona española desapareció como el virrey Sámano en una fuga precipitada después de la derrota con lo que tenían puesto tratando de ganar los puertos de Honda y La Plata.

Santos Castillo se casó en el año de 1830,  en Tunja con Tadea Rojas y se estableció en Santa Rosa de Viterbo. De este matrimonio y nativos de aquella población, hubo tres hijos que fueron: Juan de la Cruz, Sixta y Ángel Ignacio Castillo Rojas.
Juan de la Cruz Castillo, el mayor de aquella unión, abuelo de Fernando, nació en el año 1843. En 1863  contrae matrimonio en Soatá (Boyacá) con Mercedes Ayala Vesga y allí nacen Justo Pastor, Estefanía y Santos.
En el año de 1872 viajaron a Rubio (Venezuela) su bisabuelo,  abuelo, la abuela y sus tres hijos. Esta familia llego a la hacienda de La Alquitrana y allí nacieron: Inés, Ana Rosa (madre de Fernando) y Herminia Castillo Ayala.

Su bisabuelo Santos Castillo llegó a ser mayordomo de las haciendas de Leonardo Alarcón; una de esas haciendas era la Quinta San Vicente en Villa Antigua, la cual fue comprada por Leonardo en 1850 y paso a llamarse Quinta Alarcón hasta el año de 1943 que la compra el doctor Paco Guerrero y este la vendió en el año 1992 y hasta esa fecha se llamó Quinta Guerrero,  que hoy conocemos como Altos del Tamarindo y donde fue el primer cementerio indígena, según la información dejada por el padre José Antonio Ruan a doña Blanca Navarro quien asistió al presbítero hasta sus últimos días.

En 1905 fallece en esta población venezolana el patriarca Santos Castillo a la edad increíble de 125 años como testigo excepcional de tres siglos; pues vivió 20 años del siglo XXVIII, todo el siglo XIX y 5 años del siglo XX.

Esta tradición oral es el rasgo particular que le permite a nuestro cronista dejar un documento escrito para  afirmar  su tesis en torno al origen de nuestra población y que es reafirmada en los escritos que aparecen en las siguientes  publicaciones donde se reseña 1734 como fecha de fundación del municipio de Villa del Rosario y no 1761 como aparece actualmente:

-        Norte de Santander- Así es Nuestro Departamento de Jorge Humberto Ibarra de Arte-Publicaciones. Página 73.

-       Geografía Histórica y Económica del Norte de Santander del Contralor General del Departamento Jacinto Rómulo Villamizar Betancourt. Editorial  Santafé-Bogotá, 1948, Tomo Primero, páginas 236, 241, 242.


-       Directorio Telefónico del Norte de Santander 2001- 2002. Danaranjo  S.A. Páginas  Verdes.  

-        Fundaciones de ciudades y poblaciones
Edición original: 2005-06-11
Edición en la biblioteca virtual: 2005-06-11
Publicado: Biblioteca Virtual del Banco de la República
Creador: Revista Credencial Historia.

Documento de Luis Fernando Fonseca Castillo

-       Ministerio de Cultura. Dirección de Patrimonio. 

  



domingo, 20 de mayo de 2012

TERREMOTO DE CUCUTA


TERREMOTO DEL 18 DE MAYO DE 1875


Antes de este fatídico acontecimiento el 3 de Febrero de 1616 a las 3 de la tarde un terremoto extraordinario tuvo su origen en la Villa de la Grita (Venezuela) y se extendió muchas leguas alrededor. La sacudida fue tan violenta que nadie pudo tenerse en pie, ni caminar. La tierra oscilaba como las ondas del mar. Toda la población huyó  espantada, pálida de terror. Este fenómeno sísmico, llamado también de Bailadores, produjo gran pánico en el departamento de Norte de Santander.
En Enero de 1644 fue destruida por primera vez la incipiente ciudad de Pamplona por un terremoto, que produjo daños en casi todas las ciudades y pueblos de la cordillera oriental y fue sentido fuertemente en Bogotá.
El 21 de Octubre de 1766 un sismo con epicentro en Venezuela afectó  a muchas  poblaciones del Norte de Santander.
Según acta del cabildo de Pamplona cuenta los estragos del terremoto del 15 de Febrero de 1796 donde quedo totalmente arruinada la iglesia del monasterio de esta ciudad, la de los conventos de Santo Domingo y San Francisco y quedo bastante maltratada la de San Agustín, fuera de lo que en particular padecieron los demás edificios de esta ciudad. La onda sísmica llegó hasta Mérida y Trujillo en Venezuela.
El terremoto del 26 de Febrero de 1849 tuvo lugar a las 5:30 de la mañana y causó  de 40 a 50 muertos en la población venezolana de Lobatera  y sacudió violentamente el Norte de Santander.
El 6 de Marzo de 1869 un temblor sacudió la Villa del Táchira y su vecindario.
Con respecto al terremoto de 1875 tres o cuatro sacudidas fuertes precedieron días antes del terremoto del 18 de Mayo que en aquella oportunidad cayo Martes y ellas fueron suficientes para alarmar a la ciudadanía, agrietar muros, arrojar al suelo objetos y sobre todo convertir en tema favorito de tertulias, las impresiones personales y experiencias de los frecuentes temblores.
Dice un testigo que eran las 5 de la mañana del Domingo 16 de Mayo de 1875 cuando yendo por un corredor se oyó un ruido como de carretas en la calle, como tropel  de gente que huye de un toro bravo.
Otros dos movimientos ocurrieron el mismo Domingo 16 hacia las 5:15 de la tarde. Contaba  una persona que se estaba preparando para asistir a una fiesta y se encontraba colocándose la corbata delante de un gran espejo que al principio pensó que el espejo se le venía  encima, pero luego, el grito de la gente lo hizo caer en la cuenta de lo que había ocurrido.

En la mañana siguiente del  lunes 17 de mayo a las 5 de la mañana otro nuevo preaviso sacó a los ciudadanos de los dormitorios con las primeras luces del día, el cual  fue de carácter más leve, pero aumentó la alarma en todo el vecindario.
En una gran pajarera que había en una de las casas, una gran multitud de pajaritos amanecieron muertos y otros agonizaban, los que quedaban vivos revoleteaban como asustados y sus trinos eran más bien chillidos desapacibles. Por la tarde volvió a temblar y se sintieron otros dos remezones en la víspera de la gran catástrofe, por lo que se generalizó  el temor de algo insólito.
La hora fatídica del  martes 18 de Mayo según el general Belisario Matos, distinguido hombre de empresa, entre sus impresiones personales llenas de acuciosos detalles, anota que tuvo lugar a las 11:27 de la mañana. Esta hora del general puede ser la más precisa y casi coincide con la hora que quedó marcando el reloj de la derrumbada torre de la catedral de Cúcuta, las 11:25 a.m.
Los almacenes y tiendas en 1875 atendían  de 6 a 10 o 10:30 de la mañana y de 11 o 12 hasta las 4 o 4:30 de la tarde, de manera que a la hora del terremoto algunos de los establecimientos ya se habían abierto al comercio y en algunos casos, se tomaba aún  la comida del mediodía.
Era la hora del almuerzo y por las calles empedradas en medio de un calor canicular, bestias de carga y carretas de bueyes circulaban por estas calles.
El cielo estaba plácido y sereno; el aire en calma; inmóviles las hojas de los árboles. De repente un ruido sordo y cavernoso dio la señal de alarma en toda la región.
Casi simultáneamente la tierra firme se agita y se estremece convulsa, cruje y sacude todo lo que soporta; casas, hombres, animales, árboles.
Vióse a las cordilleras que circundaban los valles de Cúcuta bambolear y la tierra que ondulaba cual aguas del mar, se abría en grietas que tenían una dirección de oriente a occidente.
Las montañas se habían estremecido desde los Nevados del Ruiz hasta la cordillera de Cáceres.
 A medida que se caminaba se veía que la tierra hacia ondas, se abría en grietas y se volvía a cerrar.
En el cementerio nuestro que quedaba en el barrio Los Ejidos y específicamente donde hoy es  La Urbanización Villas de Sevilla las bóvedas y las tumbas se abrieron y arrojaron los cadáveres que se mezclaron y confundieron en pavoroso desorden.

Saltan los objetos de sus puestos, suben por el aire las tejas de barro de las edificaciones, la gente corre despavorida y cae, buscando instintivamente un sitio más seguro en las calles, patios y solares.
La gente al huir instintivamente a las calles, a las plazas, a los patios y a los solares, caía a tierra, era arrojada de una a otra acera de la calle y aun así muchos no lograron librarse porque los techos y las paredes los alcanzaron.   
Muchas de estas personas no pudieron soportar el ruido extraño y las fuertes y continuas sacudidas de sus cuatro remos y espantadas todas,  corrían precipitadamente y en el choque producido por el encuentro de unas a otras y de la gente que en su desesperación corría igualmente desolada, iban dejando cadáveres y víctimas por doquier. 
Al ruido natural de la tierra, se une luego el crujir del maderamen y de las vigas de las construcciones, el agitarse de  los árboles como sacudidos por un vendaval que no existe, el correr de la gente y de los animales espantados.
Poco a poco ceden los muros, las paredes se desmoronan, las construcciones caen convertidas en polvo y el cielo se oscurece. Todas las construcciones de la Villa del Rosario que para esa época eran de tapia pisada y algunas de dos pisos,  con sus pesados techos de teja asentada con barro en las techumbres de cañabrava  o madera y las iglesias que tenían además algunas bases y columnas de piedra y ladrillo pegados con cal y sangre de toro  caen al piso; entre ellas La capilla Santa que fue la primera iglesia de esta población construida hacia 1738, el templo donde se instaló el Congreso Constituyente de 1821, la casa de la familia Nava donde después fue La estación del ferrocarril, la casa de la familia Fernández Nava en lo que hoy conocemos como El monumento Nacional La Bagatela, la casa del Doctor Juan Nepomuceno Piedri  que en 1875 era propiedad de la familia Rueda Jara, es decir, donde nació el General Francisco de Paula Santander, la casa donde murió el Doctor Juan German Roscio,  la casa donde se acuño la moneda en la época del Congreso Constituyente (donde hoy es La Bolera),  la casa de la familia Suárez y Porras, la casa donde se hicieron las campanas y el esquilón del Templo Histórico y el solar destinado para el mercado.
Una nube espesísima de polvo envolvió a los sobrevivientes, entrándose por la boca y nariz  hasta dificultar la respiración; y habrían  perecido indefectiblemente por asfixia cuantos sobrevivieron, si un viento impetuoso no hubiera arrastrado aquella nube que pasó por sobre los caseríos que quedaban al occidente de Cúcuta y que por el volumen pregonaba porvenir de un suceso desconocido. Despejado el horizonte, la gente pudo darse  cuenta de la magnitud del acontecimiento: !qué horror! ni una  sola  edificación, ni siquiera una pared en pie se percibía en la extensión abarcada por la vista; a los oídos llegaban en confuso clamor  los gritos de cuantos sobrevivían, !que impetraban misericordia!

 Un momento después, perdidas las nociones de distancia y tiempo, se veían salir  de entre ruinas a algunos de los que eran  vecinos, sin poder reconocerse  recíprocamente, pues el polvo que los cubría y la expresión de terror los desfiguraba !se creían  mutuamente muertos que surgían de sus tumbas! La idea de ver llegado el fin del mundo dominaba los espíritus y a tal idea contribuían el terrible cuadro que ofrecía la perspectiva y la manifestación de la aterradora fuerza de la omnipotencia divina.
A la 1 de la tarde del 18 de Mayo una vez ocurrida la catástrofe se desato un torrencial aguacero que vino a purificar la atmósfera y apagar los incendios que se originaron producto de los fogones que se encontraban encendidos pues era la hora del almuerzo y de algunos depósitos de explosivos y de petróleo,   pero a empeorar la situación porque la gente no tenía donde refugiarse por cuanto sus casas ya no estaban en pie.
Y para aumentar lo sombrío de aquel espectáculo pavoroso, apenas destruida la ciudad de Cúcuta y sus poblaciones vecinas como La Villa del Rosario, algunos seres desalmados se entregaron al pillaje y violentando  las cajas de hierro en que guardaban el dinero sus poseedores, producían un ruido infernal e incitaban al robo a cuanto veían los caudales de que se adueñaban. Aquel bochornoso pillaje duró por algunos días, hasta que una nueva fuerza, comandada por los generales Fortunato Bernal y Leonardo Canal, se presentó en el puente San Rafael, donde acampó; después de convencidos aquellos jefes de la necesidad suprema de acabar con el bandidaje para poder restablecer la normalidad y asegurar con ésta la existencia de millares de personas, aprehendieron a siete ladrones, y sometido el más responsable de los presos, bien conocido en la localidad y llamado Piringo, a consejo de guerra verbal, fue condenado a muerte y pasado por las armas en el mismo día, a las cuatro y media de la tarde. Con esa dolorosa medida cesó el bandidaje y se aumentó en una más la cifra aterradora de las víctimas del terremoto.
En los días siguientes, los que no emigraron, enterraron a sus muertos y salvaron  algunas propiedades, defendiéndolas del pillaje que se desató.
Los habitantes de Villa del Rosario, se trasladaron al barrio que se conocía con el nombre de los Ejidos y que fue donde se edificó  la nueva población,  de La Quebrada Los Ángeles (El Calicanto) hacia arriba  y se comienzan a fundar el barrio Piedecuesta el 22 de Junio de 1875, El Centro 20 de Julio de 1877, La Pesa (hoy Fátima) 1 de Noviembre de 1878, Gramalote 12 de Octubre de 1879 y el barrio La Palmita 19 de Marzo de 1893.

martes, 10 de abril de 2012

HIMNO 6 DE MAYO

Himno alusivo al 6 de Mayo de 1821 que es la fecha cuando se instalo el Congreso Constituyente en Villa del Rosario, que nos consagro como la capital de la Gran Colombia y se cumplió el sueño del Libertador de hacer de tres naciones una sola.

SALVE OH SEIS DE MAYO
CORO
¡Salve oh seis de mayo de grata memoria,
Página dorada de la patria historia,
Salve al sol que lanza destellos de gloria;
El primer Congreso de la Gran Colombia!
I
Venid compatriotas, venid entonemos,
De la patria amada la santa oración,
Aquí donde un día patricios ilustres
De tres una hicieron grandiosa nación.
II
Cuán justo sería que el templo arruinado,
Sus torres de nuevo pudiera ostentar,
Como un monumento patriótico y santo,
Que guarda reliquias de honor nacional.
III
En tanto se cumplan tan justos anhelos
Cantemos el himno de paz y de amor,
Que estreche por siempre como un solo pueblo
La leal Venezuela, Colombia, Ecuador.
IV
Aquí bajo el templo do estamos reunidos
Do quedan las ruinas de antiguo esplendor;
Aquí comulgaron en cívica fiesta
La leal Venezuela, Colombia, Ecuador.

domingo, 4 de marzo de 2012

MANUEL ANTONIO ABELARDO RUEDA JARA

Nació en Villa del Rosario el 10 de Enero de 1858 en la misma casa que vio nacer al General Francisco de Paula Santander. Hijo de Espíritu Jara y Julio Rueda. Abuelos paternos Manuel y Florentina Rosales; materna Buenaventura Castro.

Recibió las aguas bautismales del presbítero Juan Nepomuceno Belén y fueron padrinos Manuel Jara y Carlota Jara.

Desde muy tierna edad fue llevado a los bancos escolares de esta Villa en donde hizo sus primeras letras. Más tarde, a los 16 años sus padres lo condujeron al colegio San Agustín que en San José de Cúcuta dirigía el gran institutor, don Rafael María Niño, cuyo local estaba situado donde es hoy el cruce de la avenida cuarta con calle diez. El niño Rueda Jara, que en este plantel empezó a dar prueba de su gran talento y de su inclinación por las matemáticas, se hizo a la amistad cariñosa de sus compañeros, a quienes estimaba grandemente. Resultado de esta acrisolada amistad, al finalizar la semana de estudios, es decir, los sábados, invitaba a sus condiscípulos más allegados a pasar la dominical en su residencia de la Quinta Santander.

Su padre, preocupado por el avance en los estudios de su hijo, desde temprana edad lo llevó a uno de los mejores colegios de la capital de la república, de donde pasó a la universidad. Aquí obtuvo el título de Ingeniero Civil. Desde los primeros años de estudios universitarios enseño matemáticas en varios colegios de Bogotá.

Contrajo matrimonio en la Villa del Rosario con la distinguida dama doña Mercedes Vargas Acero, hija del matrimonio de don Juan de Jesús Vargas con doña María Josefa Acero.

De regreso a Bogotá se entregó por entero al profesorado de las matemáticas y catedrático en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, en la Universidad Nacional y en la Escuela de Ingeniería Civil.

Múltiples fueron sus actividades en Bogotá, donde se dedicó exclusivamente a la enseñanza; por eso allí se le vio redactando los importantes órganos periodísticos de índole pedagógica el escolar Colombiano y el Educacionista. Fue el fundador del Liceo Mercantil, del Colegio Académico y de la Universidad Republicana y miembro de Número de la Sociedad Colombiana de Ingenieros.

Alcanzo la excepcional capacidad de publicar 10 obras de enseñanza, todas las cuales fueron adoptadas como textos obligatorios en las escuelas y colegios de la nación y los superiores como textos de consulta en varios países de América. La primera edición de su famoso tratado de aritmética fue publicada el 24 de Julio de 1883, como homenaje del autor a la memoria del Libertador Simón Bolívar en el centésimo aniversario de su nacimiento.

Don Antonio Pérez Rincón, que tuvo la oportunidad de conocer a este gran modelador de las juventudes colombianas, expresa: “Hombre equilibrado, si lo hay, la humildad no le impedía poner en juego la magnitud singular de sus capacidades. Brillo solamente cuando el deber se lo impuso y cuando tuvo seguridad de su eficacia, porque conocía muy a fondo la mezquindad de las facultades humanas, que no han podido, a la luz de toda una constelación de verdades absolutas representadas en los números, arrancar a la naturaleza el criterio de la certidumbre.

Modesto por convicción, como que palpaba día por día la grandeza de nuestra miseria y la miseria de nuestra grandeza, como dijo él alguna vez producíase en la cátedra con dialéctica vibrante y desembarazada, con el sosiego que da la doctrina inapelable y como maestro que enseña verdades inaccesibles a las redes arteras del sofisma.

Fue el doctor Rueda acumulador infatigable de valores morales efectivos para la familia y para la vida ciudadana y se connaturalizo de tal manera con sus estudios predilectos, que su carácter y sus acciones tuvieron bien pronto la precisión de resultados analíticos condensados en breve notación matemática. Cerro los ojos, llegada ya la hora, seguro de la muerte, como signo de igualdad inexorable, le permitiría convertir en satisfacciones infinitas, al otro lado de la tumba, los acervos dolores que le asediaron en los últimos años de su vida. Restablecidos los valores morales a su lugar, la valiosa incógnita ha surgido ya, despejada, resplandeciente, superior en mucho al rendido agradecimiento de la nación colombiana”.

Murió en Bogotá en el año de 1907. Y, como lo dijo también en memorable ocasión el más esclarecido profesor de derecho y uno de los presidentes de que puede enorgullecerse esta patria colombiana, el doctor José Vicente Concha, el Doctor Manuel Antonio Rueda puede considerarse en Colombia como uno de los mártires del patriotismo y de la ciencia, porque la enfermedad que lo llevo a la tumba tuvo por causa el enorme trabajo intelectual que desarrollo para cumplir el precepto de enseñar al que no sabe.