Anécdota
El señor Nicasio Contreras a los 96 años
narraba con mucha alegría, las vivencias en el lapso que vivió en Villa del
Rosario, pero a la vez dejando entrever unas pinceladas de nostalgia al
recordar las travesuras de su infancia. Le gustaba como a la mayoría de los
jóvenes de su época andar siempre con una cauchera para matar el tiempo y
distraerse mientras realizaba las labores de rutina por aquellos años: como ir
a traer leña y escobas del cerro de las múcuras, pasto de los potreros de
Abrahán Rojas, cachaza de los trapiches, y agua de la toma Díaz. Una mañana muy
temprano se dirigía para la toma Díaz a realizar una de esas tareas y vio que
subía por la calle cuarta del barrio la Pesa (hoy Fátima) una mujer con una
moya de barro llena de agua a la cabeza. El joven Nicasio con sus ocurrencias
que nunca le faltaban, corrió a esconderse detrás de unas paredes de adobe que
no tenían más de un metro de altura, atrincherado se disponía a preparar su fechoría,
le puso la piedra a la cauchera y a tan sólo veinte metros de distancia le
apunto a la moya que, con excelente puntería la partió en pedazos dejando a la
mujer bañada con el agua. El susto de la dama fue tremendo al escuchar el
estallido de la moya y sentir que el agua bajaba como cascada por su cuerpo; miraba
desconcertada para todos lados pero no vio a nadie y mientras tanto el joven
agazapado se reventaba de la risa en su escondite. La señora no pudo más que,
exclamar ---ah maldita sea--- y
continuar el recorrido con su ropa empapada.
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