RARO PETROGLIFO
El dibujo adjunto representa, en
dimensiones reducidas, una inscripción grabada en piedra rústica de granito
rojo, irregular en su forma, de un metro en su mayor longitud, según la
descripción hecha por el Dr. José Jacinto Manrique, quien halló esta piedra
inscrita en territorio del Rosario, Hallazgo de que dio cuenta a la Academia de Historia de Bogotá, con fecha 22 de agosto de 1919, exponiendo su opinión
sobre el particular.
De esta inscripción nos envió, en
octubre del mismo año, una copia el malogrado autor de El antiguo Cúcuta, Dr.
Luis Febres Cordero, correspondiente de aquella Academia y de la de Historia de
Venezuela.
El ilustrado Dr. Manrique califica este
petroglifo como de origen sirio-fenicio antiguo, cuyos caracteres, dice,
estuvieron en uso hasta el siglo XX antes de la era cristiana, lo que daría a
la inscripción una antigüedad de 4 mil años. Este juicio, como el mismo
descubridor del petroglifo lo declara, es puramente hipotético.
A la verdad, no nos parece de tan remota
antigüedad. Los caracteres tienen efectivamente semejanza con el fenicio, según
las tablas de Mr. Lefevre; pero la forma en que aparecen agrupados no corresponde
a escritura literal sino a jeroglífica o sus similares. Las inscripciones literales
se distinguen, en lo general, por la colocación de las letras en líneas
horizontales más o menos largas.
Detenido estudio merece el petroglifo
del Rosario. A la ligera, anotamos las observaciones siguientes:
1. Los caracteres o signos difieren por
completo de las inscripciones halladas hasta ahora en América, correspondientes
a la época precolombina. Nada tienen de común en los jeroglíficos mexicanos y
los caracteres mayas, ni con los petroglifos hallados en Colombia y Venezuela.
La inscripción rosariense parece
completamente exótica. Debe ser obra de alguna remota expedición procedente del
Asia.
2. Los signos, como se ha dicho, tienen
alguna semejanza con las letras fenicias, como también la tienen con los
caracteres tibetanos y tártaros; pero su mayor semejanza, en forma y
colocación, es con los ideogramas chinos, que pasaron al Japón, o sea con los
caracteres elementales ideográficos del Celeste Imperio, cuya escritura se
compone en columnas o grupos para leer de derecha a izquierda; semejanza
observada también por dos chinos que recientemente han visto la inscripción.
Hay en ella tres agrupaciones de signos, y algunos de ellos concuerdan con los
que expresan las ideas de hombre,
cadáver, grande, Fuerza, linaje, escudo, lecho, o lugar de reposo.
3. Sentadas estas premisas, podemos
aventurar la versión, ya insinuada arriba, de que el petroglifo sea obra de una
expedición china o japonesa en remota época precolombina; y que la leyenda puede
ser sepulcral, consagrada a uno de los jefes exploradores de mérito, muerto en
aquel paraje. La posibilidad de estas expediciones, voluntarias o fortuitas,
del Asia Mongólica a la América precolombina está ya reconocida por los historiadores.
Entre éstos, el erudito Cronan habla en
su historia de monedas chinas del siglo V halladas en sepulcros indígenas de la
isla de Vancouver, Canadá.
Debemos advertir que no conocemos, fuera
del estudio del doctor José Jacinto Manrique, ninguna otra referencia a este
petroglifo, ni tampoco sabemos que haya sido publicado por la prensa en forma
gráfica. Las observaciones que preceden fueron escritas desde 1919; pero nos
vimos obligados a aplazar su publicación por la circunstancia de habérsenos
traspapelado la copia de la inscripción relativa, que por fortuna volvió a
nuestras manos cuando menos lo esperábamos.
En el terreno de la hipótesis, los pasos
son siempre inseguros. Si no atinamos en las observaciones que formulamos,
valga por lo menos la buena voluntad de contribuir a descifrar tan interesante petroglifo, que ya
no está en el sitio donde fue hallado. Don Luis Febres Cordero, arriba citado,
en un erudito estudio publicado en 1923
sobre el petroglifo de Colón en el Táchira, se refiere a esta traslación, pues
al reseñar los monumentos de tal clase existentes en territorio del Norte de
Santander, bajo el número primero, dice del que nos ocupa lo siguiente:
"El del Rosario, que forma hoy por
capricho de contraste entre la rústica impulidez y el buen gusto arquitectónico,
el pedestal de un busto del Libertador en una de las plazas de la población,
hipotéticamente analizado por el doctor J. J. Manrique en un estudio de
recomendable mérito." Tulio Febres Cordero.
NOTA.-EI grabado es bondadoso obsequio
del señor J. Claudio de Jesús, quien lo ejecutó en madera con toda exactitud,
valiéndose de copia fotográfica sacada por el señor Pedro Febres Cordero.
(De "El Nuevo Diario" de
Caracas, NQ 8141, de 4 de febrero de .1933.)
Documento
tomado de la biblioteca Nacional de Colombia
Muchas gracias, profesor, por la reseña. Nos fue muy útil para un producto audiovisual que estamos realizando.
ResponderEliminar