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Villa del Rosario, Norte de Santander, Colombia
Presidente Asociación Centro de Historia e Investigación de la Villa del Rosario. Autor de la Ruta Turística Viajando por la Capital de la Gran Colombia en rescate de nuestra identidad. Coautor del libro Viajando por la Capital de la Gran Colombia a través de la recreación en el medio natural

domingo, 29 de septiembre de 2013

JOSÉ JACINTO MANRIQUE BAEZ



Nació en Cerinza (Boyacá) el viernes 11 de Septiembre de 1863. Su padre Agustín Manrique, su madre Narcisa Báez.  Casado con la señora Justina Carrillo unión de la cual nacieron Justina, María Cristina y José Jacinto.  
En 1.895, inició  la construcción de su hermosa casa, que ocupaba casi toda una manzana y que desgraciadamente hoy esta mutilada y con su pasadizo secreto completamente tapiado.
La construyó  con cuatro ventanas de cuerpo entero; dos al sur y dos al norte, con su portón y contraportón para poder ingresar, montado a caballo, hasta su patio principal.
En la parte posterior de la casa le construyó un sótano donde preparaba sus medicamentos.
Junto al sótano construyó el túnel que en la actualidad tiene su entrada obstruida y fue allí  donde escondió las armas y a sus amigos que lucharon en la guerra de los 1.000 días.
Conocía todas las ramas de la medicina; curaba enfermos mentales, era partero, cirujano, pero lo más singular de este bondadoso médico, era que no le cobraba a los pobres por su consulta e incluso les regalaba la medicina para su curación. 
Acostumbraba dormir en un ataúd cuando se sentía enfermo. También era su costumbre que cuando moría algún pobre y su familia no tenía con que comprar el cajón, regalaba el suyo y encargaba otro al señor Luís Lamus quien hacía los ataúdes.  
 Era tal su fama y lo acertado en los diagnósticos que cuando algún paciente era llevado a la ciudad de Cúcuta para ser visto por otro galeno, éste preguntaba: ¿de dónde vienen? y al responderle que de Villa del Rosario, volvía a preguntar ¿ya lo vio Manrique? Al responderle que sí, surgía el nuevo interrogante ¿qué dijo Manrique? Al contestarle que había dicho que ya no se podía hacer nada, inmediatamente llamaba a los familiares aparte y les decía: prepárense para el desenlace final. 
Llegó a este municipio a finales del siglo XIX y fue  alcalde en 4 ocasiones.
Construyo el segundo acueducto del municipio en 1918 con tubería de dos pulgadas que iniciaba de Puente Tierra por la carrera 8 y llegaba hasta la calle 5 frente al parque Pedro Fortoul hoy parque Los libertadores donde había un tanque que fue bautizado con el nombre de Manrique.
El 6 de Mayo de  1.921 siendo alcalde, cuando se cumplían 100 años de haberse celebrado el  Congreso de la Gran Colombia, inauguro  los monumentos del parque Centenario de la zona histórica, le sembró los árboles y las plantas que lo adornaron  hasta su reforma en 1.971.
Otra de las virtudes del doctor Manrique era que tocaba piano a dos manos con sus  hijas Justina  y María Cristina.
Con la imprenta que adquirió  en 1.908,  fundó el Semanario “Ecos de la frontera” en 1.913. A través de este Semanario luchó  incansablemente por el progreso de la población y fomentó la hermandad colombo-venezolana.
Después del Hospital del Sagrado Corazón de Jesús construido por el padre Manuel María Lizardo, esta casa fue el segundo hospital en importancia desde 1.900, hasta el momento de su deceso  acaecido el 24 de Junio de  1.947 a la una y media de la tarde por paro cardiaco.
Todos los que gozaron de su amistad  íntima, sentían  una verdadera delectación espiritual al oírlo comentar, con su palabra tinosa y sabia, no sólo problemas de actualidad, sino sobre cualquier punto de Historia Universal, sobre religión, sobre política, en una palabra, sobre cualquier tema por profundo que fuera. El doctor Manrique era un hombre pensador e inquieto por conocer la razón de las cosas.

El Rosario, pues, no puede olvidar nunca a este gran benefactor y no pueden olvidarlo ninguna de las clases sociales, porque a todas sirvió con afán de hacer el bien, de mitigar las penas y de llevar consuelo a sus amarguras corporales. Y especialmente los pobres, lloran hoy su ausencia definitiva, porque el doctor Manrique jamás pensó en llenar sus arcas con el fruto de su elevada misión; acudía con presteza y buena voluntad, aún  con peligro de su salud cuando estaba enfermo, a la cama del paciente; luchaba sin descanso por quitarle una presa a la muerte y cumplida su labor a toda hora y en todo momento,  regresaba a su hogar, muchas veces amargado de no haber sido llamado a tiempo para su propia satisfacción y la alegría de los familiares del enfermo. Pero, sus manos jamás se extendieron para pedir el fruto de su trabajo. No le interesaron esos pequeños menesteres y por eso, murió en la mayor  pobreza, únicamente con la esperanza de recibir del todopoderoso el premio que Dios sabe dar a los que confían con fe y con constancia, en sus eternos galardones.

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